En su página web, la vicepresidenta de los argentinos, hizo conocer un texto que escribió con motivo de cumplirse 10 años de la muerte de su esposo, compañero y ex presidente de los argentinos, Néstor Kirchner. Mañana es la día en que se produjera esa muerte que conmovió al país y que, en el contexto de pandemia que se vive, se apresta a homenajear la vida y la memoria del presidente militante que tuvo el país.
Texto de la nota publicada en www.cfkargentina.com
Como
todos y todas saben, no concurro a actividades públicas u homenajes que
tengan que ver con aquel 27 de octubre. Tal vez sea un mecanismo inconsciente
de no aceptación ante lo irreversible. No sé… Ya saben que la psicología no es
mi fuerte. Pero además resulta que mañana también se cumple un año del triunfo
electoral del Frente de Todos. ¿Qué increíble, no? Que la elección presidencial
en la que volvimos a ganar haya coincidido justo con el 27 de octubre.
Licencias que se toma la historia.
Cuando
Néstor asumió la presidencia en el 2003, el país había sufrido, dos años antes,
una crisis sin precedentes hasta ese momento. Todavía recuerdo aquella
magnífica entrevista que Torcuato Di Tella le hiciera y que se publicó como
libro bajo el título “Después del derrumbe”. Perfecta metáfora. El 10 de
diciembre de 2019 a la Argentina otra vez la habían derrumbado, pero nadie
esperaba, ni siquiera podía imaginar, lo que iba a venir apenas unos meses
después.
El
freno a la economía y la incertidumbre generalizada sobre que va a pasar con
nuestra vida son agobiantes. No esta explicado en ningún libro ni hay teoría
que lo resuelva. No hay soluciones. Es permanente ensayo y error. O mejor
dicho: brote, contagio y volver otra vez para atrás. Aquí y en todas partes.
Así y todo el tiempo. Sin embargo, aún en este marco de incertidumbre por la
pandemia global y a casi un año de gobierno, sí podemos llegar a algunas
certezas, al menos en el campo de la política.
PRIMERA
CERTEZA
Durante
mucho tiempo se sostuvo que uno de los problemas centrales durante mis dos
mandatos como presidenta eran las formas: “no escucha”, “es confrontativa”, “no
dialoga”, “no habla con los periodistas, “no responde preguntas”. Aún recuerdo
un programa de televisión que armó un “coro de periodistas” que gritaban
“queremos preguntar”. Por supuesto, nunca creí que ese fuera el problema. Como
dice Máximo y conté en Sinceramente: “¿Y vos que creías? ¿Qué lo de las AFJP,
las retenciones, YPF, paritarias libres y juicios de lesa humanidad eran
gratis?”.
Sin
embargo, no pocos dirigentes en el peronismo pensaban que efectivamente el
problema eran las formas y no el fondo. Es más, muchos también le agregaban las
cadenas nacionales y las características de mi retórica (por decirlo de un modo
elegante). Y la verdad es que ese fue también uno de los motivos que culminó en
mi decisión del 18 de mayo de 2019. Es que en política no solamente es lo que
uno cree, sino lo que ve e interpreta el conjunto. Y resultaba esencial la
construcción de un gran frente político y social que permitiera ganar las
elecciones presidenciales con la convicción de que un nuevo mandato del macrismo
arrasaría definitivamente con la posibilidad de un modelo de desarrollo
argentino con inclusión social y razonable autonomía.
El
10 de diciembre de 2019 asumió como presidente de todos los argentinos y todas
las argentinas Alberto Fernández. Fue Jefe de Gabinete durante toda la gestión
de Néstor y durante los primeros meses de mi primer mandato. Luego la historia
es conocida por todos y todas: se fue del gobierno y se convirtió en un duro
crítico de mi gestión. Justo es decirlo, no fue el único. Sin embargo, la
experiencia macrista en el gobierno y la relación de fuerzas que surgió en el
peronismo luego de las elecciones parlamentarias del 2017, nos impuso la
responsabilidad histórica, a quienes expresábamos la voluntad popular, de
generar las condiciones para que el 10 de diciembre de 2019 alumbrara un nuevo
Gobierno.
Sus
características personales y su experiencia política al lado de Néstor,
signadas por el diálogo con distintos sectores, por la búsqueda de consensos,
por su íntimo y auténtico compromiso con el Estado de Derecho -tan vulnerado
durante el macrismo-, su contacto permanente con los medios de comunicación
cualquiera fuera la orientación de los mismos y finalmente su articulación con
todos y cada uno de los sectores del peronismo que, dividido, nos había llevado
a la derrota electoral; determinaron que junto a mí, como vicepresidenta,
encabezara la fórmula del Frente de Todos que triunfó en las elecciones del 27
de Octubre, hace exactamente un año.
Así,
en diciembre del año pasado asumimos después de cuatro años de gobierno de
Mauricio Macri y nos encontramos otra vez con un nuevo derrumbe. Cuatro años en
los que se volvió a endeudar al país a límites insostenibles, con el retorno
del FMI a la Argentina que le sumó a la deuda de los privados 44 mil millones
de dólares más. Cuatro años de tarifazos impagables en los servicios públicos,
cierre masivo de PyMES, pérdida del salario y jubilaciones, etc, etc, etc. Todo
ello resultado de aplicar las políticas públicas que los factores de poder
económico y mediático reclamaron durante los 12 años y medio de nuestros
gobiernos y que se comprobó, luego de Macri, sólo conducen al desastre
generalizado. Pero lo peor estaba por venir: en los primeros meses del 2020
devino un hecho inédito, impensado e inimaginable. Ni siquiera fue un cisne
negro, sino una pandemia incontrolable que no tendrá cauce -como lo
comprobamos a diario en todo el planeta- hasta el surgimiento de una vacuna o
de un tratamiento.
En
este marco de derrumbe macrista más pandemia, quienes idearon, impulsaron y
apoyaron aquellas políticas, hoy maltratan a un Presidente que, más allá de
funcionarios o funcionarias que no funcionan y más allá de aciertos o
desaciertos, no tiene ninguno de los “defectos” que me atribuían y que según no
pocos, eran los problemas centrales de mi gestión. El punto cúlmine de ese
maltrato permanente y sistemático, se produjo hace pocos días en un famoso
encuentro empresario autodenominado como lugar de ideas, en el que mientras el
Presidente de la Nación hacía uso de la palabra, los empresarios concurrentes
lo agredían en simultáneo y le reprochaban, entre otras cosas, lo mucho que
hablaba.
Primera
certeza: Castigan al Presidente como si tuviera las mismas formas que
tanto me criticaron durante años. A esta altura ya resulta inocultable que, en
realidad, el problema nunca fueron las formas. En realidad, lo que no aceptan
es que el peronismo volvió al gobierno y que la apuesta política y mediática de
un gobierno de empresarios con Mauricio Macri a la cabeza, fracasó. Es notable,
sobre todo en el empresariado argentino, el prejuicio antiperonista. Notable y
además inentendible si uno mira los resultados de los balances de esas empresas
durante la gestión de los gobiernos peronistas o kirchneristas -como más les
guste-. Este prejuicio no encuentra explicación ni desde la política, ni desde
la economía, y a esta altura me permito decir que ni siquiera desde la
psicología… aunque ya les advertí que de eso no sé. Pero no quedan dudas que
esta actitud incomprensible ha sido y es una de las dificultades más grandes
para encauzar definitivamente a la Argentina.
SEGUNDA
CERTEZA
Como
se han quedado sin la excusa de las formas, tuvieron que pasar a un segundo
guión: “Alberto no gobierna”, “la que decide todo es Cristina”, “rencorosa” y
“vengativa”, que sólo quiere solucionar sus “problemas judiciales”.
Debo
reconocer que son poco creativos. El relato del “Presidente títere” lo
utilizaron con Néstor respecto de Duhalde, conmigo respecto de Néstor y, ahora,
con Alberto respecto de mí. Después de haber desempeñado la primera
magistratura durante 2 períodos consecutivos y de haber acompañado a Néstor
durante los 4 años y medio de su presidencia, si algo tengo claro es que el
sistema de decisión en el Poder Ejecutivo hace imposible que no sea el
Presidente el que tome las decisiones de gobierno. Es el que saca, pone o
mantiene funcionarios. Es el que fija las políticas públicas. Podrá gustarte o
no quien esté en la Casa Rosada. Puede ser Menem, De La Rúa, Duhalde o
Kirchner. Pero no es fácticamente posible que prime la opinión de cualquier
otra persona que no sea la del Presidente a la hora de las decisiones.
En
cuanto a lo de “rencorosa” y “vengativa”. A nosotros nunca nos movió el rencor
ni la venganza. Al contrario, la responsabilidad histórica y el deber político
para con el pueblo y la Patria guiaron todas y cada una de nuestras decisiones
y acciones. No hay demostración más cabal de ello que haber decidido con el
volúmen de nuestra representación popular, resignar la primera magistratura
para construir un frente político con quienes no sólo criticaron duramente
nuestros años de gestión sino que hasta prometieron cárcel a los kirchneristas
en actos públicos o escribieron y publicaron libros en mi contra. Deberán
esforzarse mucho para encontrar en la historia argentina ejemplos similares.
Por
último, eso de que “sólo quiere solucionar sus problemas judiciales” (SIC), a
esta altura ya resulta inaceptable. Lo único que queremos es el correcto
funcionamiento de las instituciones y que se garantice la aplicación de la
Constitución Nacional y la ley a todos y todas por igual, sin doble vara ni
privilegios. Resulta insoslayable señalar que utilizan el eufemismo “problemas
judiciales” para ocultar lo que hicieron en Argentina y en la región con el Estado
de Derecho: se lo llevaron puesto para proscribir a los líderes populares. Con
la articulación de sectores del Poder Judicial, los medios de comunicación
hegemónicos y distintas agencias del Estado, durante el gobierno macrista se
perpetró una persecución sin precedentes contra mi persona, mi familia y contra
muchos dirigentes de nuestro espacio político. De ello hoy dan cuenta las
escandalosas revelaciones y el hallazgo de pruebas a la luz del día, acerca de
las conductas de periodistas, fiscales, jueces, agentes de inteligencia,
dirigentes políticos y hasta del mismisimo Presidente Macri involucrado
personalmente en los mecanismos de espionaje, extorsión y persecución.
Sin
ir más lejos, miren Bolivia. Nada menos que la OEA dirigió un Golpe de Estado diciendo
que había habido fraude en las elecciones presidenciales del año pasado. El
resultado de las recientes elecciones en ese país hermano, me eximen de mayores
comentarios. Y después dicen que el Lawfare no existe.
Segunda
certeza: en la Argentina el que decide es el Presidente. Puede gustarte o no lo
que decida, pero el que decide es él. Que nadie te quiera convencer de lo
contrario. Si alguien intentara hacerlo, preguntale que intereses lo o la
mueven.
TERCERA
CERTEZA
Cuando
terminé mi gestión el 10 de diciembre de 2015 la Argentina estaba desendeudada,
el FMI al que le debíamos desde el año 1957 era sólo un recuerdo de los mayores
de 21 años, los pagos de la deuda reestrcturada en el 2005 y en el 2010 se
llevaban a cabo con normalidad y sin recurrir a nuevo endeudamiento y el perfil
de vencimientos para los años subsiguientes era más que sostenible. La
desocupación era del 5,9%, los salarios y las jubilaciones -tomadas en dólares-
eran las más altas de América Latina y la cobertura previsional había superado
con creces el 90% de la población. La inflación, medida por el Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires, no superaba el 25% anual.
Sin
embargo, la restricción externa -léase: escasez de dólares o excesiva demanda
de dicha moneda; según como se mire- que apareció luego de haber soportado 6
corridas cambiarias -la última durante el año 2011, en el que fui electa por
segunda vez consecutiva Presidenta de la Nación- motivó la regulación cambiaria
que los medios hegemónicos bautizaron “cepo”. Dicha regulación establecía un
tope para la compra de dólares para ahorro que era de USD2.500 por mes. Si, tal
como se lee: USD2.500 por mes. Si la analizamos con perspectiva, la restricción
no sólo era razonable, sino que daba cuenta del nivel del poder adquisitivo de
ciertos salarios de la época. Muchos compraban dólares y muchos compraban el
tope mensual. ¿Quién podría hoy acceder a esos USD2.500 para ahorrar mes a mes?
Casi nadie. Sin embargo, por haber establecido dicha restricción cambiaria,
nuestro gobierno fue atacado día a día por los medios hegemónicos. Un ataque
sistemático que hasta incluyó movilizaciones convocadas por la oposición
política y fogoneadas por aquellos mismos medios.
Así
las cosas, el 10 de diciembre de 2015 asumió Mauricio Macri como Presidente de
la Nación. De allí en adelante, las políticas de la República Argentina giraron
180 grados y se inauguró una gestión de gobierno conducida por empresarios que
receptó en sus políticas públicas todas y cada una de las demandas de los
distintos factores de poder económico de la Argentina, incluído su alineamiento
acrítico en materia de política exterior. Apenas asumió liberó la cuenta
capital, eliminó la regulación cambiaria -levantó el “cepo”- y decidió la
apertura indiscriminada de importaciones dando inicio al período de
endeudamiento más vertiginoso del que se tenga memoria y que culminó con un
inédito préstamo para los argentinos y para el mismísimo FMI de 44 mil millones
de dólares, destinado a financiar la campaña electoral para la reelección de
Mauricio Macri como presidente.
Macri
terminó su gobierno con una deuda impagable, con el FMI instalado otra vez en
nuestro país, con una desocupación rondando los dos dígitos, con salarios y
jubilaciones por el piso, con tarifas dolarizadas e impagables y con una
inflación muy superior al 50%. Sin embargo, a pesar de los miles de millones de
dólares ingresados al país como deuda, Macri tuvo que reestablecer el
denominado “cepo” cambiario pero con una restricción mucho mayor: sólo podían comprarse
para ahorro USD200 por mes -menos del 10% de aquellos tan cuestionados
USD2.500-. Después de cuatro años, el gobierno de los empresarios y de la
derecha argentina, disparó al infinito el problema de la restricción externa,
al endeudar a la Argentina como nunca nadie lo había hecho antes.
Hoy,
luego del derrumbe macrista y en plena pandemia, y pese a no tener obligaciones
de pago en moneda extranjera en lo inmediato gracias a la reestructuración de
deuda llevada a cabo por el Gobierno, con superávit comercial y mayor nivel de
reservas en el BCRA que cuando terminó mi gestión, continuamos con la
restricción externa de esa moneda -o faltan dólares o hay demasiada demanda- a
la que se suma una más que evidente extorsión devaluatoria.
Es
que la Argentina es el único país con una economía bimonetaria: se utiliza el
peso argentino que el país emite para las transacciones cotidianas y el dólar
estadounidense que el país -obviamente- no emite, como moneda de ahorro y para
determinadas transacciones como las que tienen lugar en el mercado
inmobiliario. ¿Alguien puede pensar seriamente que la economía de un país pueda
funcionar con normalidad de esa manera?
El
problema de la economía bimonetaria no es ideológico. No es de izquierda ni de
derecha. Ni siquiera del centro. Y no hay prueba más objetiva de esto que la
alternancia de modelos políticos y económicos opuestos que se operó el 10 de
diciembre de 2015. Todos los gobiernos nos hemos topado con él. Unos intentamos
gestionarlo con responsabilidad, desendeudando al país en un marco de inclusión
social y desarrollo industrial. Otros de orientación inversa -como el de
Mauricio Macri- siempre han “chocado la calesita” con endeudamiento y fuga.
Pero lo cierto es que ese funcionamiento bimonetario es un problema estructural
de la economía argentina.
Tampoco
es una cuestión de clase: los dólares los compran tanto trabajadores para
ahorrar o para hacer una diferencia que mejore el salario, como empresarios
para pagar las importaciones necesarias para hacer funcionar su empresa, para
ahorrar y también, bueno es decirlo, para fugar formando activos financieros en
el exterior, siendo esta última actitud una de las que más han contribuído a
las crisis cíclicas de la Argentina.
Tampoco
es producto de las experiencias hiperinflacionarias de la Argentina. Circula en
redes un pequeño video de un reconocido humorista ya fallecido, sobre la pasión
nacional por el dólar. El video data de 1962: Arturo Illia no había asumido
como Presidente y Raúl Alfonsín estaría todavía de pantalones cortos en
Chascomús. La coartada de la “hiper” para explicar el problema es también
insuficiente. Basta recordar a Perón Presidente en la década del ’50
preguntando: “¿Alguien vió alguna vez un dólar?”
Tercera
certeza: la Argentina es ese extraño lugar en donde mueren todas las
teorías. Por eso, el problema de la economía bimonetaria que es, sin dudas, el
más grave que tiene nuestro país, es de imposible solución sin un acuerdo que
abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y
sociales de la República Argentina. Nos guste o no nos guste, esa es la
realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla.
En
este 27 de octubre, quiero agradecer a todos cada uno de los argentinos y las
argentinas, las muestras de reconocimiento, cariño y amor hacia quien fuera mi
compañero de vida.
Y
especialmente a Alberto, tanto por la decisión de repatriar la figura de bronce
de Néstor que alguna vez emplazamos en la sede de la UNASUR en Quito, allí en
la exacta mitad del mundo, como la de su nuevo emplazamiento en el hall del
Centro Cultural Kirchner. Sinceramente, es una caricia al alma.
Néstor
amaba ese lugar. Cuando lo recorrimos juntos el 24 de mayo del 2010 en el marco
de los festejos del Bicentenario para inaugurar la primera parte de la obra que
culminaría en el centro cultural más grande de Latinoamérica, me comentó que a
ese lugar su padre -a quien adoraba- lo llevaba cada vez que venía a Buenos
Aires. Es que el abuelo de mis hijos era empleado del Correo, llegando a ser su
tesorero allá en Santa Cruz. Néstor me contó que le enseñaba con orgullo la
grandiosidad del lugar, como si fuera suyo, una característica de los empleados
del Correo Argentino… Orgullo de pertenecer. Mientras me contaba se le
vidriaban los ojos, como cada vez que se acordaba de su padre. Sí,
definitivamente es un buen lugar para él.
octubre, 26