“Cuando se hace tanto ruido, más cuerpo cobran los silencios de las ausencias”, reflexiona con agudeza María Córdoba, becaria doctoral del CONICET en el Instituto de Investigaciones Psicológicas que investiga sobre procesos de duelo. Para la especialista, estas fechas funcionan como una caja de resonancia donde la falta de un ser querido -ya sea por fallecimiento, distancia o ruptura- se amplifica ante el mandato social de la alegría compartida.
En diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM, Córdoba desmenuza la complejidad de atravesar el duelo en un contexto que exige felicidad. “Las fiestas son celebraciones universales donde somos muy mirados. La pregunta sobre con quién la pasamos o qué vamos a hacer hace difícil eludir la cuestión”, explica. Y agrega: “Es en esa multitud de lo que sería una mesa habitual donde la ausencia de un rol o un vínculo significativo se reaviva, trayendo consigo el dolor y la tristeza”.
El reloj del duelo: ¿cuánto tiempo es “normal”?
Una de las discusiones más vigentes en el campo de la psicología y la psiquiatría gira en torno a los límites entre un duelo considerado “normal” y uno patológico. Los manuales diagnósticos internacionales suelen marcar un límite temporal de dos años para la elaboración de la pérdida. Sin embargo, la realidad humana suele desbordar los cronogramas clínicos.
“Hay una discusión política detrás de los psicodiagnósticos: ¿de qué modo entendemos la funcionalidad?”, cuestiona la psicóloga. “¿Por qué la muerte de un vínculo de ocho o diez años, de una persona que nos crió o marcó nuestra identidad, debería aceptarse rápidamente solo para poder ser funcionales en el trabajo?”.
Pero, además, también se analiza esa funcionalidad en un contexto actual muy particular. “Muchas personas tienen pocas posibilidades de transitar su dolor con más calma porque las urgencias económicas los preocupan. Muchos deben trabajar el doble de horas para pagar las cuentas que antes cubría la persona fallecida y esto, cientamente, es algo que obstaculiza y dilata en el tiempo el proceso del duelo”, explica.
Para Córdoba, la aceptación de la muerte no implica el olvido ni la ausencia total de dolor, sino que el sufrimiento deje de ser avasallante o incapacitante. “Es lógico pensar que, incluso a través de los años o en nuestra propia vejez, sigamos recordando con alguna añoranza a esa persona, aunque la muerte haya ocurrido quince o veinte años atrás”, sostiene la experta.
La palabra como refugio y el diseño de nuevos rituales
El enfoque fenomenológico y narrativo desde el cual trabaja Córdoba propone que los seres humanos organizan su experiencia como si fuera un cuento: con un inicio, un nudo -el conflicto que rompe la normalidad- y un desenlace. En este esquema, el duelo es un nudo que necesita ser narrado para ser comprendido.
“Al contar la experiencia, necesariamente tenemos que organizarla para transmitirla y eso ya de por sí produce una sensación de alivio”, detalla la especialista. Se trata de construir significado a través de poner en palabras la culpa, los pendientes o simplemente la extrañeza ante la pérdida es un paso fundamental para construir nuevos significados que no generen más sufrimiento del necesario.
Pero en una sociedad occidental que, según la investigadora, “barre bajo la alfombra todo tipo de sentimientos negativos”, los rituales tradicionales como los velorios o el luto han perdido fuerza, generando una suerte de desconexión con el proceso de la muerte. Frente a esto, Córdoba propone la creación de “micro-rituales” personalizados, acciones pequeñas que no requieren de grandes creencias religiosas, sino de una conexión afectiva.
“El ritual tiene como fin homenajear y volver a conectar”, asegura. Y ejemplifica: “Puede ser algo tan sencillo como prender una vela y tomarse un momento para pensar en esa persona, o proponerle a un niño que escriba una nota y la ate a un globo de helio para soltarla. Incluso en el brindis, mencionar a quien no está dignifica a la persona fallecida e impacta positivamente en quienes la duelen”.
Saber acompañar: catarsis antes que consejos
Cuando un amigo o familiar atraviesa un duelo durante las fiestas, el entorno suele caer en la trampa de la “solución rápida”. La incomodidad ante el dolor ajeno dispara una catarata de consejos bienintencionados pero, a veces, inoportunos: “tenés que salir”, “no pienses en eso”, “distraete”.
“Somos expertos en dar consejos y tenemos una prisa social por sacar al otro de su sufrimiento”, advierte Córdoba. Su recomendación es hacer una pausa y habilitar la escucha. “A veces la persona solo necesita expresar que extraña, sin que nadie le diga qué hacer con eso. Más que indicar acciones, hay que hacer preguntas abiertas: ‘¿Te gustaría hablar de esto?’, ‘¿Querés que hagamos algún pequeño homenaje?’”.
Incluso, la investigadora valida la opción de no participar de la vorágine festiva si el doliente no se siente preparado. “A veces las fiestas son un tren imparable de obligaciones que aplasta el deseo propio. En esos casos, quedarse en casa o elegir un entorno más íntimo y cuidado puede ser una decisión saludable”, aclara.
Duelos colectivos: la crisis y la “grieta” en la mesa
Más allá de la muerte física, este fin de año en Argentina se presenta cargado de otros duelos simbólicos. La crisis económica, la incertidumbre laboral y la emigración de seres queridos configuran un escenario de pérdidas cotidianas que también se sientan a la mesa.
“Estamos en un momento donde se exacerban los duelos por la pérdida de trabajo, de posibilidades económicas o por la mudanza de un hijo que busca futuro en otro país”, analiza Córdoba. A esto se suma lo que la experta llama la pérdida de vínculos por diferencias políticas: “Hay gente que se va a encontrar en las fiestas con personas a las que ya no ve de la misma manera, sintiendo que la grieta no es cultural, sino humana”.
Frente a un contexto que fomenta el individualismo y el consumo como medida del ser, la becaria del CONICET invita a “alojar lo que nos pasa” y reconectar desde lo afectivo, más allá de los regalos materiales. Por último, Córdoba realiza una advertencia crucial sobre la salud mental en estas fechas. “Están aflorando cada vez más trastornos como ansiedad, depresión y ataques de pánico. Si el dolor impide levantarse de la cama o aparecen ideaciones suicidas, es fundamental consultar con psicólogos o psiquiatras. Es una necesidad de salud, no un lujo”, concluye.
Magalí de Diego (Agencia CTyS-UNLaM) ]]>
https://tucumanhoyendia.com.ar/contenido/114475/cuando-la-silla-vacia-marca-el-pulso-de-las-fiestas?utm_source=dlvr.it&utm_medium=blogger
En diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM, Córdoba desmenuza la complejidad de atravesar el duelo en un contexto que exige felicidad. “Las fiestas son celebraciones universales donde somos muy mirados. La pregunta sobre con quién la pasamos o qué vamos a hacer hace difícil eludir la cuestión”, explica. Y agrega: “Es en esa multitud de lo que sería una mesa habitual donde la ausencia de un rol o un vínculo significativo se reaviva, trayendo consigo el dolor y la tristeza”.
El reloj del duelo: ¿cuánto tiempo es “normal”?
Una de las discusiones más vigentes en el campo de la psicología y la psiquiatría gira en torno a los límites entre un duelo considerado “normal” y uno patológico. Los manuales diagnósticos internacionales suelen marcar un límite temporal de dos años para la elaboración de la pérdida. Sin embargo, la realidad humana suele desbordar los cronogramas clínicos.
“Hay una discusión política detrás de los psicodiagnósticos: ¿de qué modo entendemos la funcionalidad?”, cuestiona la psicóloga. “¿Por qué la muerte de un vínculo de ocho o diez años, de una persona que nos crió o marcó nuestra identidad, debería aceptarse rápidamente solo para poder ser funcionales en el trabajo?”.
Pero, además, también se analiza esa funcionalidad en un contexto actual muy particular. “Muchas personas tienen pocas posibilidades de transitar su dolor con más calma porque las urgencias económicas los preocupan. Muchos deben trabajar el doble de horas para pagar las cuentas que antes cubría la persona fallecida y esto, cientamente, es algo que obstaculiza y dilata en el tiempo el proceso del duelo”, explica.
Para Córdoba, la aceptación de la muerte no implica el olvido ni la ausencia total de dolor, sino que el sufrimiento deje de ser avasallante o incapacitante. “Es lógico pensar que, incluso a través de los años o en nuestra propia vejez, sigamos recordando con alguna añoranza a esa persona, aunque la muerte haya ocurrido quince o veinte años atrás”, sostiene la experta.
La palabra como refugio y el diseño de nuevos rituales
El enfoque fenomenológico y narrativo desde el cual trabaja Córdoba propone que los seres humanos organizan su experiencia como si fuera un cuento: con un inicio, un nudo -el conflicto que rompe la normalidad- y un desenlace. En este esquema, el duelo es un nudo que necesita ser narrado para ser comprendido.
“Al contar la experiencia, necesariamente tenemos que organizarla para transmitirla y eso ya de por sí produce una sensación de alivio”, detalla la especialista. Se trata de construir significado a través de poner en palabras la culpa, los pendientes o simplemente la extrañeza ante la pérdida es un paso fundamental para construir nuevos significados que no generen más sufrimiento del necesario.
Pero en una sociedad occidental que, según la investigadora, “barre bajo la alfombra todo tipo de sentimientos negativos”, los rituales tradicionales como los velorios o el luto han perdido fuerza, generando una suerte de desconexión con el proceso de la muerte. Frente a esto, Córdoba propone la creación de “micro-rituales” personalizados, acciones pequeñas que no requieren de grandes creencias religiosas, sino de una conexión afectiva.
“El ritual tiene como fin homenajear y volver a conectar”, asegura. Y ejemplifica: “Puede ser algo tan sencillo como prender una vela y tomarse un momento para pensar en esa persona, o proponerle a un niño que escriba una nota y la ate a un globo de helio para soltarla. Incluso en el brindis, mencionar a quien no está dignifica a la persona fallecida e impacta positivamente en quienes la duelen”.
Saber acompañar: catarsis antes que consejos
Cuando un amigo o familiar atraviesa un duelo durante las fiestas, el entorno suele caer en la trampa de la “solución rápida”. La incomodidad ante el dolor ajeno dispara una catarata de consejos bienintencionados pero, a veces, inoportunos: “tenés que salir”, “no pienses en eso”, “distraete”.
“Somos expertos en dar consejos y tenemos una prisa social por sacar al otro de su sufrimiento”, advierte Córdoba. Su recomendación es hacer una pausa y habilitar la escucha. “A veces la persona solo necesita expresar que extraña, sin que nadie le diga qué hacer con eso. Más que indicar acciones, hay que hacer preguntas abiertas: ‘¿Te gustaría hablar de esto?’, ‘¿Querés que hagamos algún pequeño homenaje?’”.
Incluso, la investigadora valida la opción de no participar de la vorágine festiva si el doliente no se siente preparado. “A veces las fiestas son un tren imparable de obligaciones que aplasta el deseo propio. En esos casos, quedarse en casa o elegir un entorno más íntimo y cuidado puede ser una decisión saludable”, aclara.
Duelos colectivos: la crisis y la “grieta” en la mesa
Más allá de la muerte física, este fin de año en Argentina se presenta cargado de otros duelos simbólicos. La crisis económica, la incertidumbre laboral y la emigración de seres queridos configuran un escenario de pérdidas cotidianas que también se sientan a la mesa.
“Estamos en un momento donde se exacerban los duelos por la pérdida de trabajo, de posibilidades económicas o por la mudanza de un hijo que busca futuro en otro país”, analiza Córdoba. A esto se suma lo que la experta llama la pérdida de vínculos por diferencias políticas: “Hay gente que se va a encontrar en las fiestas con personas a las que ya no ve de la misma manera, sintiendo que la grieta no es cultural, sino humana”.
Frente a un contexto que fomenta el individualismo y el consumo como medida del ser, la becaria del CONICET invita a “alojar lo que nos pasa” y reconectar desde lo afectivo, más allá de los regalos materiales. Por último, Córdoba realiza una advertencia crucial sobre la salud mental en estas fechas. “Están aflorando cada vez más trastornos como ansiedad, depresión y ataques de pánico. Si el dolor impide levantarse de la cama o aparecen ideaciones suicidas, es fundamental consultar con psicólogos o psiquiatras. Es una necesidad de salud, no un lujo”, concluye.
Magalí de Diego (Agencia CTyS-UNLaM) ]]>
https://tucumanhoyendia.com.ar/contenido/114475/cuando-la-silla-vacia-marca-el-pulso-de-las-fiestas?utm_source=dlvr.it&utm_medium=blogger














