Luciana Tagliapietra junto a Santiago Motorizado
Pasó la cuarta edición del Tucumán Indie y quedó claro que el festival se consolidó como un oasis necesario para el encuentro fraterno del amplísimo espectro de quienes gustamos de consumir música en vivo.
El hecho disruptivo de ir a ver bandas al Hotel Sheraton parecía a priori el gran desafío de la organización, la misma que ya supo innovar cuando puso en funcionamiento el palacio de los deportes en la edición anterior. La apuesta salió bien, los accesos, los baños, la comida deliciosa, los puestos de hidratación, los tiempos rigurosamente respetados y la calidad de las bandas hicieron que un domingo otoñal y encapotado se convierta en un planazo.
La apuesta a la heterogeneidad de los músicos en escena se reflejó en lo variopinto de la fauna local, tanto a nivel de estilos como en amplitud etaria, las tribus convivieron con respeto aprovechando a full los intervalos para bailar al ritmo de los hombres del boogie.
Personalmente me sorprendí gratamente con Florian y su cierre folclórico, la potencia de Alem, la entrega de Taichu y las canciones pegajosas de La isla de Caras y mi Amigo Invencible.
Un cierre a todo ritmo con una sólida Luciana Tagliapietra y su gran elenco, la sensibilidad hipnótica de Santi Motorizado y un cierre a puro baile y pogo con Indios.
Un festival que nos hace bien y desbloquea lugares para ver música, una apuesta generosa y arriesgada que pone a Tucumán en el centro de la escena festivalera del norte y eso es un gran punto a destacar.
Texto: Facundo Cabral
Fotos: Matilde Teran