CONSTRUYENDO FUTURO

 

Son cuatro los hijos. Una nacida en dictadura y tres en democracia. Criados igual, con el mismo amor y con el mismo rigor; con la misma firmeza y con los mismos mimos; con las mismas prohibiciones y con los mismos permitidos. Hicimos -y hacemos- lo que nos dictaban el corazón y la cabeza. Y esas dos partes del cuerpo -que nos hacen tan felices cuando están en armonía- nos dictaron siempre educarlos con la memoria histórica instalada en la cabecera de la mesa familiar.  

Escribe Rosana Herrera de Forgas

La palabra democracia estuvo en todas esas charlas asociada a la libertad, a los derechos, al respeto, a la grandeza, a la independencia, a la soberanía, al lado luminoso de la vida y jugar a formar oraciones con ellas era toda una tarea en esta porfiada convicción de edificar saberes sobre la construcción de las buenas y las malas palabras.   

Odio, miedo, Bussi, despojo, tragedia, desaparición, muerte eran sinónimos de dictadura, de las penumbras y de la oscuridad y se aparecían estampados en las caritas encendidas del orgullo por haber distinguido muy bien las dos hileras de la lista.  

Los más memoriosos -que somos muchísimos- siempre tuvimos alguna anécdota a flor de labios para acompañar nuestro relato sobre la importancia de vivir dentro del estado de derecho, de lo que nos había significado la pérdida de las garantías constitucionales y de las consecuencias del terrorismo de estado. Por lo que estoy segura que compartimos la sorpresa y la desazón porque a cuarenta años -desde que el Dr. Raúl Alfonsín resultara elegido por el voto popular, devolviéndonos la esperanza a todos y todas- tengamos que estar hoy conversando y debatiendo estos temas que considerábamos acabados.  

Debe resultar desolador sentir que algo se omitió cuando se contó la historia a los hijos porque, más allá de una dirigencia que fracasó en la mayoría de los casos, no podemos soslayar la responsabilidad que le compete a toda mi generación como actores principales en el concierto de las familias argentinas 

Las generalizaciones son muy peligrosas y generalizar debería ser un verbo que engrose la lista de malas palabras…por las connotaciones que tuvo por aquellos años del horror. Por lo que resulta necesario escoger muy cuidadosamente las palabras que empleemos para referirnos a un fenómeno que, si bien es global, por una cuestión de época y de coyuntura electoral, en nuestro país, debe ocupar tratados de sociología, de ciencias políticas, de sicología social, intentando explicar lo inaceptable: el advenimiento de una casta mafiosa asociada al fascismo en un tan pretendido como falaz concepto de política “anticorrupción”, obstinada en ponerle el epitafio a la democracia -cuando deberíamos estar todos buscando la mejor manera para homenajearla por cumplir cuarenta años ininterrumpidos regalándonos dignidad-. Muy especialmente entre 2003 y 2015.  

Nada nos debe impedir ser agradecidos, Cristina logró ofrecerle un homenaje en vida a “Don Raúl”, quien va a ser reconocido como el padre de la democracia por todos los hombres y mujeres de buena voluntad que pisan nuestro suelo. Y no en vano el engendro diabólico devenido en candidato de la libertad, aliado (¿o emanado?) de la mente perversa de Macri niega el horror vivido, pone en duda las cifras de ese horror, reivindica a sus causantes y denosta la figura de Alfonsín. Porque juntamente con los crímenes de lesa humanidad que enlutan nuestra memoria, en nombre del orden y la seguridad, se cometieron atroces delitos económicos que tuvieron como protagonistas a los mismos que estuvieron en el menemato, que regresaran luego en el 2015 y que hoy están agazapados detrás de los disfraces “anti casta”. Los mismos de siempre.  

Sólo que hoy recargados y empoderados por un porcentaje alarmante de la sociedad que pareciera sucumbir a los lógicos efectos de una muy complicada situación financiera, que sólo les permite pensar en cómo salir de la crisis el corto plazo, escuchando los cantos de sirena y votando a sus propios verdugos.  

Hoy más que nunca es necesario que, los que fuimos jóvenes en los 70 y en los 90, les ayudemos a los jóvenes de hoy -y a nuestros pares desmemoriados-desesperados, desilusionados, enojados, a construir juntos esa idea de horizonte, esa imagen de futuro que tanto nos merecemos todos y todas, aferrándonos a la única propuesta sustentable: un gobierno de unidad nacional.

 

Fuente: https://www.sucesostucumanos.com.ar/inicio/noticia/22693/Construyendo-futuro.html


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