Los sherpas de la diplomacia trabajaron seis meses a destajo, hubo dos semanas de reuniones presenciales enmarcadas por el largo minué de presencia-ausencia a cargo de los mandatarios de Argentina y México bajo las luminarias led de una agenda con promesas de construcción de “un futuro sostenible, resiliente y equitativo” y con países vetados.
Finalmente, la Novena Cumbre de las Américas no logró ni consensuar un documento final y el presidente de los Estados Unidos debió conformarse con su “Declaración de los Ángeles sobre Migración y Protección”, firmada por 20 de los 32 asistentes a la reunión.
Fue un fracaso previsible, para un imperio que siente en sus alrededores el fuego de un dragón llegado de China, con propuestas productivas y recursos, justo en el momento en que los grandes al Sur del Río Bravo deciden dejar la monta neoliberal y subirse, una vez más, al galope participativo del Estado y la redistribución.
El presidente Joe Biden, más que un cara a cara panamericano, intentó realizar un acto de campaña electoral interna, junto a los mandatarios seleccionados por el Departamento de Estado, en plena caída de su imagen y con un Donald Trump empujando a los “republicanos” hacia los comicios del próximo 8 de noviembre. En esa fecha se renuevan 34 de los 100 escaños del Senado y 435 de la Cámara de Representantes, con las últimas encuestas que colocan a su antecesor 8 puntos por encima de los “demócratas” y plantan su imagen para 2024.
El mandatario, que fue vice de Barack Obama y, como tal, participó del
proceso de “acercamiento” entre Cuba y Estados Unidos, que culminaría con el
apretón de manos entre su jefe y Raúl Castro sonrientes en la cumbre homóloga
de Panamá en 2015, imaginó que podría recrear aquellas imágenes engañosas. Su
Consejo de Seguridad Nacional, la estructura presidencial más importante para
considerar asuntos de seguridad nacional y política exterior impulsaban la idea
y contemplaron la posibilidad de invitar a “los tres malditos” de Caracas, La
Habana y Managua.
Sin embargo, la perspectiva de una derrota de grandes dimensiones a medio
término de su mandato, la presión del ala “institucional” del Departamento de
Estado y de los representantes con bases conservadoras cubano-americanas que
frenan toda posibilidad de “distensión”, frustraron aquella fantasía. Por el
contrario, desde la Sala Oval se construyó el escenario necesario para sacar la
foto del castigo a las “dictaduras” de Cuba, Nicaragua y Venezuela, un chupetín
ofrecido a los sectores para los que los temas relacionados con la isla
caribeña, la República Bolivariana y la patria sandinista constituyen debates
locales y decisivos en los comicios.
“Peligro chino”
Junto a la crónica destinada al frente interno, el equipo Biden decidió
utilizar la “cumbre” para distanciarse de la “indiferencia” hacia la región de
su antecesor con peinado de caricatura, que no se privó de manejar las
relaciones en base a un régimen de premios (créditos irregulares e impagables
otorgados por el FMI, intervenciones “humanitarias”) y castigos
(bloqueos, sanciones y desestabilización). En el afán de presentar una “nueva
agenda”, el discurso de la apertura angelina incluyó una crítica al modelo
económico que su propio país impone a Latinoamérica y el Caribe. “La economía
del derrame no funciona”, describió el jefe de la Casa Blanca, mientras los
organismos crediticios y las corporaciones que controlan su país multiplican
sus ganancias, aumentan la concentración económica y profundizan las desigualdades.
El diseño constituyó un intento de recordarle al “vecindario” la intención
de mantener el liderazgo regional, frente a la sólida huella económica y
comercial que viene trazando Pekín sobre ese mismo espacio. La realidad -más
allá de los objetivos de Trump antes, de Biden hoy- es que el producto bruto
del gigante asiático saltó del 5,5% del total global en 2001 al 16% en 2019 y,
a través de su megaproyecto global “La Franja y la Ruta de la Seda”, logró
desplegar sus iniciativas, además de en Asia, Africa y Europa, en…
Latinoamérica y el Caribe, pegadito a las fronteras del epicentro capitalista y
financiero de occidente.
Anuncio de
jabones subtitulado «los chinos deben irse» (EEUU 1880)
Aunque las mediciones impuestas desde Wall Street tardarán cerca de un
lustro en reconocer que la economía china es la más importante del mundo, ella
representa prácticamente la mitad de la producción global y un tercio de las
exportaciones de diferentes sectores, por ejemplo electrodomésticos (35%),
electrónica (46%), textiles y ropa (54%), más de la mitad de los cuales se
destina al mercado externo.
El apagón mundial productivo y de transporte que generó la pandemia
desatada en 2020, dejó expuesta la debilidad de Estados Unidos frente a ese
esquema productivo y su nivel de dependencia ante a las cadenas de suministro
mundial, controladas por las políticas de Xi Jinping, con la capacidad
gigantesca de su país de producir bienes y servicios y llevarlos hasta los
consumidores de cualquier punto del planeta. La covid-19 dejó a EEUU entre los
5 países del mundo más afectados en sus cadenas de suministro.
La “geopolítica de las vacunas”, cuando el mundo enterraba a sus muertos de
a decenas de miles e intentaba atender a sus millones de enfermos y China
ofreció sus vacunas (Sinopharm y Sinovac), mientras Washington prohibió
cualquier tipo de colaboración (y bloqueó el oxígeno que Cuba necesitaba),
terminó de abrirle las puertas al desembarco oriental.
Apretar
Durante los meses previos a la IX Cumbre, Estados Unidos multiplicó sus
mecanismos de presión. El Comando Sur envió a sus mandos altos (y altas: de
hecho hoy lo conduce la generala de cuatro estrellas Laura J. Richardson)
a recorrer distintos países (entre ellos Argentina) y alertarlos del “peligro”
que significan los “orientales” para el continente.
El Departamento de Estado desplegó a sus equipos con las mismas
intenciones, como lo hizo con la presencia, también en Buenos Aires, de la
subsecretaria de su Oficina de Seguridad Internacional y No Proliferación, Ann
K Ganzer que, en un ejercicio poco sutil de la diplomacia, exigió que se
bloqueara la financiación china para la construcción de la quinta central
nuclear del país sudamericano y reclamó para el suyo participación en la
fabricación del reactor nuclear de baja potencia, con capacidad de generación
eléctrica con cero emisiones, cuyo diseño ya concluyó y es uno de los tres
prototipos en proceso en el mundo
Por último, en medio de las idas y venidas retóricas de Andrés Manuel López
Obrador y Alberto Fernández sobre su presencia en Los Ángeles y el remoloneo,
desde otra vereda, del brasileño Jair Bolsonaro, Biden mandó a su Asesor
Especial para la Cumbre de las Américas e íntimo amigo, el ex senador
demócrata por Connecticut Christopher Dodd, a convencer del viaje al Norte
de los presidentes de Argentina, Brasil y Chile, Gabriel Boric. Los tres
terminaron enfilando sus aviones hacia ese punto cardinal.
Pagar
La reciente Cumbre fue la que registró más inasistencias de las nueve
realizadas, lo que constituye una foto del nuevo panorama de las relaciones en
la región y de las dificultades de EEUU para poner en caja a lo que, como
siempre, considera su “patio trasero”. En realidad, Latinoamérica atraviesa un
momento de flujo de los movimientos y gobiernos nacionales y populares.
Se registran avances significativos, con una Colombia que decidió girar
hacia las propuestas autónomas y populares de Gustavo Petro y darle un portazo
al enfoque pro estadounidense de Álvaro Uribe, que convirtió a Colombia en
gendarme regional de Washington (a la fecha del encuentro el Pacto
Histórico ya había ganado la primera vuelta electoral) y con un Brasil con
expectativas de regreso al gobierno por parte de Lula Da Silva. Las llegadas de
Gabriel Boric a la Moneda chilena y de Xiomara Castro al Palacio José Cecilio
del Valle en Honduras, se sumaron a las alternativas ya desembarcadas en México
y la Argentina.
De todos modos, los síntomas auspiciosos constituyen solo la parte visible
de una sólida estructura de control económico y financiero de Washington y sus
corporaciones sobre una región que no logra romper su relación de dependencia,
generada por la dinámica de acumulación de las transnacionales, la
concentración económica, las deudas impagables y tuteladas por el Fondo
Monetario Internacional, la fuga permanente de las divisas que se genera en
cada país y huyen hacia las guaridas fiscales y el consecuente aumento de las
desigualdades. Un escenario agravado por la situación pandémica que hundió más
a quienes menos tienen y multiplicó las ganancias de los grupos más poderosos.
Hablar
El mandatario argentino consensuó el formato de su participación en la
Cumbre con el gobierno mexicano y recopiló los temas que Latinoamérica y el
Caribe querían expresar ante el Presidente de los Estados Unidos de América, un
listado que, no casualmente, coincidía con el recogido por el Departamento de
Estado según sus filtraciones: pandemia covid y las «grietas que dejó al
descubierto» a nivel social y económico, cambio climático, falta de un acceso
equitativo a las oportunidades, más las “amenazas a la democracia”, un tema que
Washington define a conveniencia.
Con la síntesis de esos punteos en carpeta, Alberto Fernández se presentó
ante el plenario de Los Ángeles en su carácter de Presidente Pro Tempore 2022
de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, la CELAC que
impulsaron figuras como Luiz Inacio Lula da Silva desde 2008 y que integran los
32 países soberanos, una verdadera “OEA sin Estados Unidos y Canadá”, como lo
expresaba por aquel entonces la diplomacia brasileña comandada por Celso
Amorim.
Como todos los discursantes, el presidente tuvo 8 minutos para desarrollar su crónica; no los desaprovechó. El esqueleto de su planteo recorrió 6 ejes:
- - CELAC,
- - exclusiones y bloqueos,
- - FMI y Trump,
- - OEA,
- - BID, y
- - Cambio Climático, sobrevoló el gravamen a la renta inesperada provocada por la guerra Rusia-Ucrania.
José de San Martín
proclama la independencia del Perú en Lima en 1821.
Lo más estridente fue la crítica lapidaria a la llamada “Organización de los Estados Americanos” (OEA) y el pedido, sin eufemismos, de remover “por completo a quienes lo conducen», es decir a Luis Almagro, el secretario general que comandó al organismo, constituido en “un gendarme que facilitó un golpe de estado en Bolivia».
Habrá que analizar las efectividades de esa postura tan
clara en un escenario en el que los representantes nacionales se alinean,
sumisamente, a los planteos de EEUU, siempre con Canadá bajo su sombra, como
sucedió durante la invasión británica a las islas Malvinas en 1982 y se negó a
aplicar el Tratado Internacional de Asistencia Recíproca (TIAR) creado para
defender a América ante cualquier ataque extracontinental, justo la única vez
que sucedió.
Fernández remarcó el “endeudamiento insostenible” generado por el Fondo Monetario
Internacional a instancias (antiestatutarias) de Donald Trump, que buscó
favorecer al gobierno de su antecesor Mauricio Macri, “con el solo propósito de
impedir lo que acabó siendo el triunfo electoral de nuestra fuerza política”.
Aunque aludía a su país, mostró la película de toda la región que, hasta el
parate pandémico, ardía en protestas en Chile, Ecuador, Perú, Haití… con
multitudes en las calles rechazando planes de ajuste impuestos por el propio
FMI.
Las expectativas de recambio que generaron las elecciones de 2019 calmaron
las aguas de una Argentina que, también, se acercaba al estallido. Sin embargo,
tras su asunción, Fernández decidió no llevar la controversia contra el Fondo
ante la Corte Internacional de Justicia de la ONU y se limitó a querellar en
Buenos Aires para determinar si existió “administración fraudulenta y
defraudación contra la administración pública» por el megacrédito del cual se
desembolsaron los u$s 44.500 millones, por los que “sufre hoy todo el pueblo
argentino».
En respuesta a una fuerte demanda de los países representados en la CELAC Fernández afirmó que "la banca de desarrollo regional, sin más demoras, tiene que volver
en su gobernanza a América Latina y el Caribe”, tras la “apropiación” del BID,
cuya conducción “históricamente estuvo en manos latinoamericanas”.
El punteo incluyó la problemática del cambio climático y sus consecuencias
negativas, algo que el Departamento de Estado del país más contaminante del
mundo había prometido debatir y que brilló por su ausencia en los plenarios,
arrinconado en ofrecimientos al Caribe. Se expresó en términos de «injusticia
ambiental», por cuanto la región aporta “oxígeno al planeta y no somos
responsables de emitir los gases que provocan el efecto invernadero».
Negocios bajo la crónica
Del mismo modo que a la Historia “la escriben los que ganan”, a las cumbres
las relatan quienes las organizan. El documento final que no se logró
consensuar, hablaría de la construcción de “un futuro sostenible, resiliente y
equitativo» para “nuestro hemisferio”, occidental y estadounidense, “en un
momento en que la democracia está siendo atacada en todo el mundo”, ante lo
cual Estados Unidos reafirmaría su liderazgo e intentaría expresar la
contracara de la creciente huella económica china en la región.
Por el contrario, Biden debió conformarse con una modesta “Declaración de
Los Ángeles” limitada al tema migratorio en el que, obvio, Washington impuso su
visión destinada a “repartir” la responsabilidad sobre el tema entre toda la
región, con estímulos a otros países para que también alberguen refugiados.
La ausencia de los mandatarios de México, Guatemala, Honduras y El
Salvador, más el veto a los de Cuba, Nicaragua y Venezuela, precisamente los
países más implicados en la problemática específica, puso en duda, antes de
nacer, un programa que carece de detalles y compromisos concretos por
parte de las naciones y la promesa de una inversión de solo u$s 314 millones, un
monto que algunos comparan con los 40.000 millones de ayuda a Ucrania aprobados
en mayo.
A pesar de constituir el disfraz principal de la Cumbre de las ausencias, el Departamento de Estado ni siquiera lo presentó como el punto más importante de la misma y lo rebajó a un quinto escalón de su ranking de cinco sobre lo que hay que “saber de” lo sucedido entre el 6 al 10 de junio pasado.
Por encima de él, ubicaron otros 4 componentes que los “sherpas” trabajaron a lo largo del año.
1 - una iniciativa del propio jefe del Departamento de Estado, Antony Blinken: la “Cumbre de Ciudades de las Américas” a realizarse en su país el año próximo, para discutir sobre “el papel clave de los alcaldes y los gobiernos locales para ayudar a las personas donde viven”.
2 - instalación del “Plan de Acción sobre Salud y Resiliencia
en las Américas”, con el que Biden, a pesar de los colapsos sanitarios y
funerarios sufridos por su país durante el momento más duro de la crisis del
coronavirus, prometió ayudar a sus “socios” a “prevenir, prepararse y responder
a futuras amenazas de pandemia y otras emergencias de salud pública”.
3 - presentaron, con sutileza, un escalón más abajo, disimulando a la herramienta más
importante que estudia Estados Unidos para contrarrestar el desembarco (otra
vez) de China: la “Asociación de las Américas para la Prosperidad
Económica”, un plan destinado a generar “oportunidades
económicas en la región, fomentar la innovación y abordar la crisis climática”,
que fue discutido con las principales corporaciones económicas y representantes
de gobiernos antes de la Cumbre.
4 -una promesa de 78.000 millones de dólares para la región (64.000 para el comercio de bienes y 14.000 de servicios) con el BID.
El BID
es el banco multilateral que Alberto Fernández reclamó para la región
tras su “apropiación” por parte de los Estados Unidos de Trump quien, en un
intento de contrapesar la enérgica entrada de los préstamos de Pekín, impuso en
su presidencia a su principal asesor para Latinoamérica, Mauricio Claver-Carone, lobista anticubano y antivenezolano quien
protagonizara un desplante diplomático en el marco de la asunción del propio
Presidente argentino en 2019, al cuestionar invitaciones cursadas a la
República Bolivariana y al ecuatoriano Rafael Correa y por su decisión soberana
de asilar en el país al derrocado Evo Morales, que permanecía en Cuba tras el
golpe de Estado con olor a litio, orquestado por EEUU y operado bajo el
paraguas de la OEA de Almagro.
Ahora, la herramienta económica consistiría en derivar inversiones estadounidenses hacia la región para --Biden lo expresó sin metáforas-- “asegurarnos de que nuestro comercio sea sostenible y responsable, creando cadenas de suministro que sean más resistentes, más seguras y más sostenibles», que las de (una vez más) China. Técnicamente la propuesta consiste en la regionalización de las cadenas de valor, con traslado de producción de bienes, servicios y aprovisionamiento por parte de las corporaciones económicas hacia proveedores que basan en Latinoamérica y el Caribe.
Lo llaman “nearshoring” (near: cerca, shoring: apuntalamiento), porque, en verdad, constituye una deslocalización (offshoring; offs: afuera), es decir un traslado de la generación de un servicio o de un producto desde su sede matriz hacia el extranjero, para abaratar costos, eludir impuestos, acceder a materias primas y etcéteras varios, en este caso hacia zonas de cercanía.
Los trascendidos que Washington filtra con entusiasmo, aseguran que, en ese
marco, Estados Unidos apunta a un trabajo conjunto con Argentina, Brasil,
México y Canadá, para intentar una coordinación en la provisión global de alimentos
en reemplazo de los que procedían de Rusia y Ucrania antes de la guerra.
Los números que pregonan las usinas financieras con algarabía de
mercachifles, son más que atractivas para países con situaciones sociales
complejas y divisas esquivas. Según el propio BID, las “Oportunidades
potenciales de incremento de exportaciones por nearshoring” entre el corto y el
mediano plazo serían, por ejemplo, de casi 4.000 millones para la Argentina;
unos 8.000 millones para Brasil y ¡35.555! para México, hasta totalizar 64.093
millones el conjunto[1].
La discusión sobre cambio climático quedó para el cuarto escalón, a través
del lanzamiento de la “Asociación entre Estados Unidos y el Caribe para abordar
la crisis climática de 2030”, presentada como un “marco” de cooperación de los
anfitriones relacionados con “la adaptación climática y fortalecer la seguridad
energética y la resiliencia”.
Bye baby!!!
Se acabó, el sol de Los Ángeles les dijo que llegó el final y, diría Serrat, “con la resaca a cuestas, vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza”, y el señor Biden a sus menesteres.
La ciudad arrebatada a México
en 1846 vio partir la parafernalia logística que rodeó al jefe de la Casa
Blanca, un presidente al que ni los editores de sus discursos protegen de los
difamadores que dudan de sus capacidades mentales y, en lugar de disimular sus
dificultades para pronunciar, por ejemplo la palabra “autocracia”, distribuyen
al mundo una transcripción oficial en inglés con sus balbuceos: “la agitación
política de auto…, de aut,,,, disculpe, autota…, aut…, autocracias, regímenes
en nuestra región, ha llevado a niveles récord de migración”[2].
Más dura que el porrazo ciclístico que se daría pocos días después en su
casa de la guarida fiscal de Delaware, fue la noticia de la victoria de Gustavo
Petro en Colombia con, seguramente, el comienzo de un proceso de desarmado o de
relocalización de la estrategia defensiva regional de los Estados Unidos,
soportada por centenares de bases militares, que sustituyen al clásico poder
colonial, instalados en los viejos territorios coloniales. Dentro del
continente y acechando a Venezuela, más de la mitad están instaladas en un país
que, ahora, pasará a ser administrado por un frente nacional y popular dirigido
por un ex M19.
Tanto o más preocupante aún sería para su complejo
industrial-financiero-tecnológico que las próximas decisiones que tomen los
países de la CELAC, aquellos que mandataron a su titular para que planteara sus
agendas en la IX Cumbre, apunten a profundizar la articulación soberana del
bloque, con construcción de un mercado integrado, oferta exportadora conjunta,
industrialización de sus propios bienes comunes, moneda regional, controles
sobre la evasión de las divisas que producen y, hoy, se fugan…
Pensarse por encima de las fronteras es una forma de consolidar ese nuevo escenario que ya existe y que muestra a sus países más fuertes dirigidos o a punto de serlo, por una dirigencia que intenta trabajar para solucionar los problemas de sus pueblos y constituye una posibilidad de cambio de la relación de dependencia que transnacionales, Comando Sur, FMI, BID, banca privada… mediante, aún aplastan a los que ya expresaron que no quieren más sujeciones.
El tiempo, y el compromiso de los gobiernos del Sur, dirán si Los Ángeles
de Biden, que quisieron espantar demonios, en realidad ayudaron al parto de un
gigante regional.
Notas
[1] BID: Nearshoring
agregaría US$78.000 millones en exportaciones de América Latina y Caribe.
(https://www.iadb.org/es/noticias/nearshoring-agregaria-us78000-millones-en-exportaciones-de-america-latina-y-caribe)
[2] Remarks by
President Biden at Endorsement Event for the Los Angeles Declaration on
Migration and Protection. https://www.whitehouse.gov/briefing-room/speeches-remarks/2022/06/10/remarks-by-president-biden-at-endorsement-event-for-the-los-angeles-declaration-on-migration-and-protection/
* Periodista argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de
Análisis Estratégico (https://estrategia.la/).
Miembro de La Usina del Pensamiento Nacional y Popular (http://www.usinadelpensamientonacional.com.ar