BARock 2017: el cruce generacional


Lito Nebbia fue uno de los históricos que desfilaron por el escenario del BA Rock.
Suena T.N.T y unos adolescentes que todavía no le atan los cordones a los 18, corren con la emoción que les provoca creer que los pibes de AC/DC se tomaron un vuelo desde donde quiera que estén hasta La Paternal para formar parte del BARock 2017. Son rápidos. Nadie dice lo contrario -la ingenuidad es un motor grande y pisa fuerte-. Son tres. Pero el reloj marca las cuatro y lo que suena no es otra cosa que La Naranja. Una banda de rock que supo homenajear a los hermanos Young y que desde hace un tiempo muestra su repertorio personal.

También están los que sufren el reto. El desafío de pasar una jornada al aire libre. Esos a los que el sol del domingo les pega mal y se ponen en penitencia en alguna esquina donde la sombra les da un lugar de confort a la espera de que Claudia Puyó salga con Los Anestesistas al escenario La Balsa -el principal- para recordar que este es un festival que supo ser bandera de toda una generación a comienzos de los 70 y que tuvo su revival en 1982, post guerra, cuando la dictadura empezaba a ceder terreno. Entonces, que el Malvinas Argentinas sirva como predio para la continuidad parece tener un sentido, 35 años después. "Muy bien, yo sé que el tiempo es impreciso, no sé lo que pensar", canta la artista rememorando a Luis Alberto Spinetta. 

Tamesis ya pasó por el Artaud -el escenario techado- y dejó como evidencia que es una de las bandas con mayor despliegue técnico de la nueva generación. Vitico, que se quedó sin guitarrista tras la salida de su sobrino Sebastián Bereciartúa, rememora a Pappo a través de esas canciones aptas para propios y ajenos. Y afuera, Los Tipitos -en Signos, el stage más pequeño- hacen bailar a los presentes con una catarata de hits que siempre los deja a tono con los más jóvenes, sin descuidar a los más grandes -el puente trangeneracional sabe a "Mujer amante", de Rata Blanca-.

Los tablados externos son dos. Y están enfrentados. A simple vista, la distancia parece ser corta. Pero el intercalado funciona. Del otro lado ya se están preparando para que salga El Kuelgue, una previa multicolor a la espera de El Bordo, una de las bandas más convocantes del segundo día, la jornada de menor afluencia con 6 mil personas. La baja de León Gieco -quien se suma a la lista de personas afectadas por los ataques de pánico-, provocó un cambio de cabecera. Los Pericos entraron por la ventana, aunque la puerta estaba abierta. Suenan bien, y aprueban. Nada más. 

La gente ya no baila y el sol ya no es un aditivo. La torre de agua que se ve desde el piso deja de ser una fotografía de campo para volverse un faro un poco más tenebroso en la oscuridad que circunvala al predio: un compendio de cuadras zoológicas, túneles, descampados, hipermercados, hospitales y silencio.

En el cierre hay un circuito claro: los que optan por el tridente Boom Boom Kid, Massacre y Babasónicos y los que eligen a Guasones y Fabiana Cantilo. El público se mueve, con la cadencia de un viento que se hace campera, en coincidencia entre bandas consagradas, otras con refuerzo mediático y la artista con trayectoria. El grupo de rock liderado por Facundo Soto, le escapa a su historia y brinda un show con los temas más recientes de su recorrido de platenses y aledaños mientras que la cantante es más directa a la hora de llegar al punto fino de los últimos presentes: "Eiti leda", "Fue amor" y "Nada es para siempre". El domingo tampoco.

La gente de festivales no es la misma que va a los recitales. Es como pasa con el público de la Selección. Es distinto. En esa línea hay bandas que no son de festival. La propuesta de Sig Ragga, quizá uno de los mejores grupos de la actualidad -por contenido y propuesta-, no encaja. Requiere de una puesta que no es apta para la gente que necesita diálogo. Pero con el diario del martes, es fácil. La banda tuvo que interrumpir su show por una falla técnica y a otra cosa. 

La primera jornada había dejado varias cosas claras: La Condena de Caín es una de las bandas más potentes e interesantes del rock local, Nagual -próximo a presentarse en Obras- es el grupo que tiene todas las condiciones para heredar el público que no encuentra otra salida más que La Renga. El cruce de las letras de Ciriaco Viera con la guitarra épica de Facundo Terry es uno de los máximos estados de ánimo que le caben a un sábado que también tuvo sol de sobra. "Voces", sin dudas, una de las mejores canciones de los últimos diez años de rock.

Lo bueno pasa puertas adentro. Y es así que el escenario Artaud se convierte en la vedette. Más de 4 mil personas quieren ver la nueva formación que Eli armó para Los Gardelitos. La espera se hace larga y la gente está ansiosa. Un pibe se desploma como esos jugadores que cabecean la mollera de un colega y quedan tiesos. Este cronista intenta darlo vuelta, pero no puede. Se suman dos y la causa hace efecto. El pibe tiene los ojos a las doce. En punto. Y de fuga, también. El cronista insiste y con el mayor y el pulgar le abre la boca. "Pará que estoy bien", avisa. El pibe se levanta y sube por las gradas como abanico de viuda.

Los Gardelitos dijeron presente en la quinta edición del mítico BARock.

Dos muñecos inflables ganan el escenario en ambos costados. Los Gardelitos sale con su banda made in Makena y un tema nuevo para convidar: "Sortilegio de arrabal". La bandera uruguaya flamea entre el público. Hay gente que va y viene. Afuera, Lito Nebbia y Pez ya comenzaron con su recital a dúo en el mismo escenario por el que ya había pasado La Mono y Catupecu Machu. La unión entre el artista y Ariel Minimal es perfecta. Todas las canciones tienen el refresh necesario para seguir vigentes. "La Balsa", es la previa del cierre; y el homenaje a Moris, con "Pato trabaja en una carnicería", el final.

Las Pelotas se muestra como una de las bandas más ecléticas a la hora de recibir público. La gente se sabe local y en "Ya no estás", lo demuestra. "Personalmente" y "Será" y marcan el tándem sentido. "Si supieras", vuelve el protagonismo a la gente. Al cierre programado de "Bombachitas rosas" y "Capitán América" se le agrega "El ojo blindado" para terminar de poner al público en sintonía con lo que se viene. 

Ricardo Soulé está en la vereda de enfrente de la luna. Y quizá en el límite del cruce generacional. La gente de La Vela Puerca se apresta a escuchar a su banda mientras el ex Vox Dei desanda algunos temas esenciales del rock local como "Libros sapienciales", "Genesis" y "Presente". Los más jóvenes apuntan su atención para lo que se viene mientras que los más grandes siguen a La Bestia Emplumada que acompaña a Soulé. 

La Vela Puerca saca al escenario los 20 años de carrera para dejar en claro que son más locales que nunca. No importa la hora. La gente estalla ante la ola de temas. Se suceden casi veinte canciones para cerrar con el cuarteto ideal: "Mi semilla", "Madre", "El Viejo" y "El Profeta". No es difícil darse cuenta que todo lo que se viene para los charrúas es en alza.

Otro lunes de sol. Y en el día mayor calor, nada mejor que Turf y Dancing Mood. Dos bandas necesarias para poner en movimiento, con sus diferentes estilos, la alegría cascabelera de la gente. Lo popular con nombre y apellido y aquello que atrae sin ser de masas. Dos puestas diferentes que se cruzan a la hora de mover el pie. "Loco un poco", "Pasos al costado" y "Yo me quiero casar, ¿y usted?" sirven como despedida para un grupo que pese a que volvió hace poco, dejó en claro que nunca se fue. La orquesta de Hugo Lobo, en cambio, es lo más parecido a querer sin querer. A estar sin estar. A escuchar, sin la necesidad de ver. A sentir. 

En la previa, De La Gran Piñata demostró su poder de convocatoria en horario diurno. Panter Giuliano y compañía evidenciaron el poder de sus letras y el sonido sopesado que la gente adoptó como religión. El movimiento entre escenarios es obligatorio. Cielo Razzo en La Balsa y La Mississippi en Artaud. El riff de "Ventana" es el inicio ideal para cualquier banda de rock. "Luna", el tema necesario para que Pablo Pino demuestre su rol de frontman. Pero si se habla de líder, quién mejor que Ricardo Tapia, gran conocedor del latido musical. Y de cómo volver a reubicarse en el rock con la fuerza de la trayectoria y esas canciones como "El dieciséis" y "Un trago para ver mejor". 

Eruca Sativa y Carajo electrifican Artaud y le suben los decibeles a la noche. El sonido trasciende. Se cuela por fuera, mientras David Lebón festeja su cumpleaños en el escenario Signos con su sentida voz como baluarte. Los pastilleros empiezan a copar el predio. Las remeras y los buzos son un revival noventoso de aquellas bandas como Los Redondos, La Renga y Los Piojos. El marketing funciona bien. Se vende.

Es la hora de Fito Páez. "Parece que hubo quilombo hoy, ¿no?", se pregunta en alusión al cierre de campaña que Cristina Fernández de Kirchner realizó horas antes en Avellaneda. "El diablo vestido de tu corazón", con Fabi Cantilo, fue la mejor forma que encontró el rosarino para preguntarle qué le pasa al 50 por ciento del electorado porteño. La noche sirve para mostrar "Aleluya al sol" ese tema con el que Páez parece coronar al astro más grande a la hora de buscar un aire de esperanza y libertad. No hay mucha vuelta. Entre el amor y el odio que suele provocar el artista, se imponen las canciones. "Y que no haya ni una menos. Crimen no es pasión", canta. "Tumbas de la gloria" y "Brillante sobre el mic" son la forma más simple de testear cuánta gente conoce sus canciones. Prohibido no cantar.

Fernando Ruiz Diaz Y German Daffunchio, dos pesos pesados de la escena local. 

A Bersuit le queda chico el escenario. Pero la organización no la tuvo fácil. Más si se tiene en cuenta que antes de arrancar se bajaron los socios del evento. Pero por suerte para aquellos que ya habían planeado de qué forma pasar su fin de semana largo, Eduardo Sempe, a cargo de la productora Rock y Reggae, volvió a lucir el tamaño de su espalda para salir a bancar. Con la experiencia, y la prueba, que significaron los recitales que realizó La Renga en Huracán. Las diez mil personas presentes también se dejaron llevar por los mensajes de actualidad que quiso graficar la banda con "Vuelos" -para Santiago Maldonado- y "Se viene", como tema centrales.

La consumición no fue un dato menor. Los precios desorbitados no exceden a ningún show. Pero en el rock siempre caen peor que en otros ámbitos. Los 80 pesos que se cobraba por las latas de cerveza pequeña fueron un abuso. Innecesario. Lo mismo que esa tendencia exclusiva del patio cervecero. Ese lugar para pastar donde no se podía ver ninguno de los tres escenarios. Pero también está el lado bueno: los puestos de hidratación. Pese a que la botella también tenía un alto costo, la canilla libre de agua fue un gran acierto.

No hay mejor final que aquello que convoca. Y Las Pastillas del Abuelo se hicieron cargo del momento. Con Piti Fernández en pleno plan de promoción de su disco solista, la banda salió al escenario de La Balsa a mostrarle a los de siempre y aquellos que todavía no los conocen de qué se trata su rock de carácter arrabalero. Con invitados y un set largo, el grupo apeló al corazón de sus fieles seguidores y los dejó extasiados. Con la necesidad de volver a verlos. Y también de verlos volver.

El BARock se fue sin saber si volverá, pero con la seguridad de haber podido resolver sobre la marcha todo inconveniente sucedido. Habrá que ver si el tiempo le da la razón.

POR BRUNO LAZZARO (ambito.com)

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